EN BOCA DEL DISCRETO, LO PÚBLICO ES SECRETO...

La sensatez para formar juicio de valores, el tacto para hablar o callar en el momento preciso, las inflexiones correctas de la voz, las palabras bien empleadas para comunicarnos, el lenguaje corporal bien manejado e incluso una apropiada forma de vestir, son condiciones que proyectadas en conjunto definen a una persona discreta.
El ser discreto, es cultivar la tabla de los valores éticos y morales, para hablar, actuar y emitir opiniones sobre los otros seres. El ser discreto jamás pasa de moda, ni mucho menos debe causar incomodidad, más bien debemos sentirnos orgullosos de utilizar buen tino al realizar nuestros comentarios.
Si deseamos que los demás confíen en nosotros, uno de los valores que debemos tener muy presente es la discreción. Es una cualidad que no tiene precio, el discreto entiende que no todo se puede preguntar, no todo se debe saber, no todo se puede decir. Una persona discreta transmite seguridad, mientras que al contrario, puede ser percibida como un peligro en cualquier relación, de igual forma, sabe callar ante una pregunta incómoda, o un comentario que no es conveniente. Sabe que no se puede hablar mal de una persona a sus espaldas. De igual forma, la elegancia y la discreción van tomadas de la mano a la hora de vestir. Tratar de llamar la atención usando exceso de accesorios, ropa extremadamente ajustada o escotes que dejan poco a la imaginación nos coloca en una posición inversamente proporcional. La barrera que separa lo atractivo o sexy de lo vulgar es casi imperceptible.

La arrogancia manifiesta en algunas personas  se traduce en una evidente falta de humildad y discreción, esas personas parecen ignorar que el carisma, la prestancia son valores que los seres humanos se ganan por sus actuaciones. Sin duda, el manejo adecuado de la discreción es el mejor legado que podemos transmitir a nuestros propios hijos y a las generaciones futuras.

Ma. Isabel Buendia/ Asesor de imagen
   

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